agosto 14, 2017

Guía para no dulcificar a nazis cuando hacen cosas nazis

  La equidistancia con los ataques nazis favorece a quienes buscan mantener su supremacía frente a los que apuestan por una sociedad sin discriminaciones.  
La policía detiene a un manifestante en la marcha supremacista de EEUU.
La policía detiene a un manifestante en la marcha supremacista de EEUU. EFE
La violencia provocada por neonazis y supremacistas blancos este sábado en  Charlottesville (Virginia)  nos trae a la memoria episodios pasados. No ha sido casual que salieran a las calles clamando contra una supuesta discriminación a los blancos a cara descubierta: ahora tienen un poder en Donald Trump que legitima sus actos racistas, homófobos y contra todo aquel que no sea igual a ellos. 
El propio Trump se encargó de echar un capote a los nazis que organizaron la marcha y provocaron los incidentes repartiendo responsabilidades a los que se defendían los valores de la igualdad "Esta escandalosa demostración de odio, fanatismo y violencia procedente de muchos sitios", dijo Trump. Y la Casa Blanca no tachó de acto terrorista lo ocurrido hasta casi un día después.


Tras esto, aplausos de esta comunidad, como en el periódico abiertamente neonazi Daily Stormer: "No nos atacó. Solo dijo que la nación debe unirse. Nada específico contra nosotros". Todo en orden para quienes pretenden mantener intactos los postulados de Adolf Hitler y otros tantos en pleno 2017.
Con estos hechos sobre la mesa, la maquinaria dulcificadora de nazis no ha tardado en actuar para calificar los actos con nombres que no son y quitando responsabilidades a quienes las tenían para repartirlas entre quienes no. Lo sucedido en Charlottesville que nos hacen ver que la equidistancia frente a los actos nazis favorece a quienes buscan mantener su estatus de poder frente a los que apuestan por una sociedad sin discriminaciones.
Hemos visto como se llama "disturbios de grupos radicales" al ataque de los neonazis de Charlottesville a una marcha antifascista, poniendo al mismo nivel a agresor y víctima. Por no hablar de eso de considerar radicales  a quienes luchan contra el supremacismo blanco, el machismo, la homofobia y todas las discriminaciones que todo nazi no duda en perpetuar.
Hemos visto como se llama derecha alternativa, extrema derecha o con cualquier otro término a personas que no tienen reparos en atribuirse la palabra nazi. Charlottesville es otro ejemplo claro, donde las imágenes les muestran incluso con banderas enormes de las que Adolf Hitler hubiera estado muy orgulloso. 
Los términos son importantes, y en estos casos más todavía porque ayudan a construir imaginario. Aceptar el nazismo como una ideología más es la primera piedra para permitir que el supremacismo blanco gane adeptos y puedan ver sus políticas e ideales más representados que nunca, cuando la Historia o estos últimos ataques ya han demostrado de lo que son capaces.
Hemos visto también la dificultad para calificar de terrorismo los actos cometidos por nazis. Pasó en mayo con Jeremy Christian, un estadounidense conocido por sus vínculos con actos neonazis que asesinó a dos personas, a las que cortó el cuello, y apuñalar a una tercera. Todo ello porque las víctimas intentaron defender a dos mujeres con hiyab a las que Christian atacó con insultos y amenazas racistas. También con Dylann Roof, condenado a muerte tras asesinar a nueve negros y confesar su motivación, en lo que se ha venido contando como 'La matanza de Charleston'.
Con Charlottesville, Trump evitó calificar de acto terrorista el atropello y ha tenido que salir la Casa Blanca un día después para hacerlo con la boca pequeña y no por la del presidente de los Estados Unidos.  No sorprende de alguien que incluso llegó a inventarse un atentado en Suecia. 
Diferenciar un incidente no por el acto en sí sino por quien lo comete es lo que ocurre a día de hoy con el terrorismo. Es significativo cómo en ciertos casos primero se tacha al acto terrorista y luego es la investigación la que esclarece si lo fue. En otros, reina la cautela hasta que las pesquisas deciden si lo es o no. Charlottesville, el último ejemplo. 
Hay casos en los que la equidistancia no es posible, y el racismo es un ejemplo. No apoyar la lucha por el fin del racismo favorece a quienes buscan perpetuar un sistema discriminatorio que se manifiesta desde el lenguaje hasta en la política de fronteras o el colonialismo.Ante esto no debemos dejar pasar ni una, porque si son nazis, hay que calificarlos y combatirlos siempre como lo que son.
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: 
La rebelión de los jubilados chilenos, un aviso para navegantes despistados 



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